Nació el 13 de noviembre de 354
en Tagaste, pequeña ciudad de Numidia en
el África romana. Su padre era un pequeño propietario pagano. Su madre, Santa
Mónica, es considerada por la Iglesia como ejemplo de "mujer
cristiana", de piedad y bondad probadas.
San Agustín estaba dotado de una
gran imaginación y de una extraordinaria inteligencia. Se destacó en el estudio
de las letras.
Conocerá a una mujer con la que
mantendrá una relación estable de catorce años y con la que tendrá un hijo.
En su búsqueda incansable de
respuesta al problema de la verdad, San Agustín
pasa de una escuela filosófica a otra sin que encuentre en ninguna una
verdadera respuesta a sus inquietudes.
Sumido en una gran frustración
personal, decide en el año 383 partir para Roma. Fue en Milán donde se produjo la última etapa
antes de su conversión: empezó a asistir como catecúmeno a las celebraciones
litúrgicas del obispo Ambrosio, quedando admirado de sus predicaciones y su
corazón. San Ambrosio le ofreció la clave para interpretar el Antiguo
Testamento y encontrar en la escritura la fuente de la fe. En el 386 se
consagra al estudio formal y metódico de las ideas del cristianismo. A los
treinta y tres años de edad, es bautizado en Milán por el santo obispo
Ambrosio. Ya bautizado, regresa a África.
Cuando llegó a Tagaste vendió
todos sus bienes y el producto de la venta lo repartió entre los pobres. Se
retiró con unos compañeros a vivir en una pequeña propiedad para hacer allí
vida monacal.
En 391 viajó a Hipona para buscar
un lugar donde abrir un monasterio y vivir con sus hermanos, pero durante
una celebración litúrgica fue elegido por la comunidad para que fuese ordenado
sacerdote y de allí a unos pocos años fue consagrado obispo.
La actividad episcopal de San
Agustín es enorme y variada. Predica constantemente y en muchos lugares,
escribe incansablemente, polemiza con aquellos que van en contra de la ortodoxia
de la doctrina cristiana de aquel entonces, preside concilios y resuelve los
problemas que le presentan sus fieles. Murió en Hipona el 28 de agosto de 430.
Su cuerpo reposa en la basílica de San
Pietro in Ciel d'Oro.
OBRAS
Confesiones, Los Diálogos, La ciudad de Dios, Cartas, Disciplinarum
Libri, Regula ad servos ( la más antigua
de las reglas monásticas de occidente).
OPINION
Entre los Padres de la Iglesia, San Agustín merece un capítulo aparte dada
la grandeza de su pensamiento. Algunos escritos de San Agustín como las Confesiones, la Ciudad
de Dios, La Trinidad y La doctrina cristiana, han marcado de
modo importante la historia de la
teología.
Ha influido poderosamente en toda la civilización occidental. Todos los
elementos esenciales de su cultura (las doctrinas, las costumbres, los valores,
las mismas instituciones políticas) son manifestaciones de la visión del mundo elaborada por San Agustín. Solamente cuando al fin de la edad media
comienza a afirmarse la autonomía de la ciudad terrena frente a la ciudad
celeste, con la llegada de la secularización y el triunfo de lo profano, la
civilización cristiana —construida sobre las bases proporcionadas por San Agustín—
entrará en crisis y se desvanecerá.
Algunos rasgos
de su pensamiento e influjo en la historia de la teología son:
- Tiene la máxima autoridad del siglo V al
XIII.
- Sintetiza todo el pensamiento cristiano de
la antigüedad.
- Funda el pensamiento cristiano posterior.
- Hace un sistema completo de filosofía y
teología.
- En filosofía se apoya en los neoplatónicos,
con su concepto de Dios y del alma.
- En teología propone una adhesión a la fe a
través de la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia.
- Estudia con profundidad la Trinidad, la
gracia y el pecado original.
- Propone los fundamentos de los medios para
alcanzar la santidad en la vida sacramental y de oración.
Beatrice de Diego Bengoa – 4º B
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