La Soledad
es un problema cada vez mayor en la sociedad de hoy en día. Esta cuestión es de
las más desconocidas, o al menos es una de las más ignoradas. Muchísimas
personas ancianas viven solas sin nadie que les haga compañía, sin nadie que
les hable ni les escuche. O bien por perder a la persona amada o por perder el
contacto con los más allegados, se ven obligados a vivir en la más absoluta
soledad. Esas personas se valen por si solas para todo; son un claro ejemplo de
lucha e independencia. Pero esta soledad forzada suele ir acompañada de
tristeza.
La tristeza
de la soledad es un sentimiento de vacío, que acaba convirtiéndose en una forma
de vida. Cuántas veces vemos a personas ancianas que caminan con la mirada
perdida, absortos en sus propias ideas, sin querer hablar con nadie, sin
mostrar gesto alguno de felicidad. Porque a los seres humanos lo que nos
diferencia del resto de seres vivos es la capacidad para vivir en comunidad.
Por tanto, perder este distintivo es perdernos a nosotros mismos. Caer en un
absoluto vacío del que solo podemos ser rescatados por alguien que quiera
apoyarnos y mostrarnos su ayuda. Y está en nuestra mano intentar que todos
nuestros allegados se sientan felices y llenos de vida, porque seguramente
nosotros con pequeños gestos construimos su felicidad.
En mi
opinión todos deberíamos de ser más conscientes de este problema que parece tan
lejano. Porque puede que el día de mañana llegue un momento en el que estemos
en el sofá de nuestra casa y no tengamos a nadie. Ni una persona que nos regale
unas pocas palabras o nos enseñe una simple sonrisa. Y será entonces cuando
veamos que nadie va a venir a rescatarnos de ese pozo, que tendremos que buscar
la manera de volver a entrar en contacto con la sociedad. Y será difícil y
costoso, pero no más que para la gente que tiene hoy en día esa lucha diaria.
Por tanto,
regalemos cariño a todo aquel que podamos, se lo merezca o no, porque seguro
que lo necesitará.
Ainhoa Busto
No hay comentarios:
Publicar un comentario